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Efectos Antiinflamatorios de los Antidepresivos y Antipsicóticos
- TITULO : Efectos Antiinflamatorios de los Antidepresivos y Antipsicóticos
- AUTOR : Baune B, Eyre H
- TITULO ORIGINAL : Anti-Inflammatory Effects of Antidepressant and Atypical Antipsychotic Medication for the Treatment of Major Depression and Comorbid Arthritis: A Case Report
- CITA : Journal of Medical Case Reports 4(6): 1-4, Ene 2010
- MICRO : En una paciente con artritis psoriásica, dolor articular importante y síntomas depresivos graves, el tratamiento con quetiapina redujo los síntomas físicos y depresivos, posiblemente en relación con los efectos antiinflamatorios del fármaco.
Introducción
Los trastornos físicos son comunes en los pacientes con depresión mayor; algunos de ellos, por ejemplo la enfermedad cardiovascular y la artritis reumatoidea, se relacionan con la inflamación sistémica, involucrada, a su vez, en la aparición y la evolución de la depresión. Según los resultados de un trabajo, el estrés y la inflamación influyen en la respuesta al tratamiento con antidepresivos.
En esta ocasión, los autores describen una paciente con artritis psoriásica crónica, asociada con dolor, niveles aumentados de proteína C-reactiva (PCR) y síntomas depresivos. Luego de iniciada la terapia con antidepresivos y neurolépticos atípicos se comprobó una mejoría significativa de los síntomas articulares, incluso del dolor, y de los síntomas mentales; los niveles de la PCR también disminuyeron. El tratamiento mejoró considerablemente el estado funcional global de la enferma.
Descripción del caso
La paciente caucásica, de 49 años, fue derivada por su médico clínico a un centro de Australia, especializado en el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo, en 2007. La enferma presentaba síntomas depresivos de larga evolución.
Desde los 43 años tenía artritis psoriásica, asociada con dolor importante, y episodios depresivos de intensidad leve a moderada. En octubre de 2007 presentó un trastorno emocional grave, con ansiedad, frustración y depresión, posiblemente en relación con el compromiso funcional secundario a la enfermedad articular, asociada con dolor incapacitante y reducción de la movilidad, agravados en el curso de los 12 meses anteriores a la consulta. En 2002, momento en el cual comenzaron los síntomas depresivos, se le efectuó el diagnóstico de trastorno depresivo mayor (TDM).
Entre el momento del diagnóstico de la artritis psoriásica en 2002 hasta mediados de 2007, los síntomas articulares se habían agravado progresivamente, al igual que las manifestaciones depresivas. Había recibido diversos fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (disease-modifying antirheumatic drugs [DMARD]) y analgésicos (oxicodona, tramadol y paracetamol en combinación con codeína), utilizados de manera regular desde 2002.
Entre noviembre de 2003 y noviembre de 2004, el tratamiento para la artritis consistió en sulfasalazina (500 mg dos veces por día), hidroxicloroquina (200 mg dos veces por día) y leflunomida (20 mg por día); entre diciembre de 2004 y octubre de 2007 estuvo tratada con leflunomida (20 mg por día), adalimumab (40 mg una vez por día), etanercept por vía subcutánea (50 mg por semana) e infliximab (300 mg por infusión). Desde octubre de 2007 sólo recibía leflunomida, en dosis de 20 mg por día.
Como consecuencia del agravamiento importante de los síntomas depresivos, la inestabilidad en el estado de ánimo, los trastornos del sueño y la disminución de la capacidad funcional, la enferma recibió tratamiento para el TDM con paroxetina (20 mg) en 2002, risperidona (0.5 mg dos veces por día) en 2007 y mirtazapina (45 mg por día) durante 2 meses, hasta su valoración en la clínica de trastornos del estado de ánimo, en 2007.
En esa oportunidad se confirmó el diagnóstico de TDM y se indicó un nuevo esquema de terapia antidepresiva, con escitalopram (10 mg por día), en reemplazo de la paroxetina, y quetiapina (50 mg por la mañana y 100 mg por la noche), en reemplazo de la risperidona. Se mantuvo el tratamiento con mirtazapina, en dosis de 30 mg por día. Se destaca que en un estudio previo, la quetiapina fue eficaz en pacientes con depresión mayor.
Los síntomas depresivos y el dolor articular mejoraron progresivamente, la capacidad de movilización mejoró y se comprobó una disminución de los niveles de la PCR, de 32 mg/l antes del inicio de la terapia con agentes psicotrópicos, a 13 mg/l a los 10 meses, entre octubre de 2007 y julio de 2008; en ese período los fármacos para la artritis se mantuvieron sin cambios. El trastorno depresivo mejoró considerablemente; a los 3 meses de terapia estuvo en remisión.
Entre el inicio de la terapia con psicotrópicos, en octubre de 2007, y la mejora de los síntomas depresivos, el tratamiento específico para la artritis no se modificó (DMARD y analgésicos).
En el transcurso de 2008, en el contexto de la continuidad del tratamiento con agentes psicotrópicos, el dolor articular fue leve; si bien presentó incrementos leves e intermitentes del dolor articular y de los síntomas depresivos, el rendimiento global fue adecuado.
Discusión
Algunos hallazgos de la enferma merecen una consideración especial. En primer lugar, los síntomas depresivos estuvieron estrechamente vinculados con los síntomas físicos, como el dolor, asociados con la afección articular. En segundo lugar, la combinación de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y quetiapina se asoció con mejoras importantes de la depresión y los síntomas físicos y con reducción de los niveles séricos de PCR. Por último, cabe destacar que el tratamiento previo con una combinación de fármacos de la misma clase no mejoró ninguno de estos parámetros.
La depresión es más común en los pacientes con artritis, respecto de los sujetos sanos; ambas enfermedades se relacionan fuertemente entre sí; es posible que la inflamación sea uno de los principales mecanismos subyacentes en dicha vinculación.
En algunos trabajos anteriores, los antidepresivos se asociaron con disminución de los marcadores de inflamación, como la PCR y ciertas citoquinas proinflamatorias, y con efectos analgésicos. En modelos experimentales, la paroxetina, la fluoxetina y la clomipramina ejercieron efectos antiinflamatorios; para el escitalopram, en cambio, la información es mucho más limitada. Incluso así, en un trabajo, este agente indujo disminuciones en los niveles del receptor soluble para la interleuquina (IL) 2. En el caso de la enferma presentada en esta ocasión, la reducción de la concentración de PCR no sería atribuible exclusivamente al tratamiento con ISRS, ya que la paciente recibió paroxetina y escitalopram en distintas ocasiones. Los efectos tampoco parecen relacionados con el uso de mirtazapina, ya que la enferma utilizó este fármaco de manera continua, desde mucho tiempo antes de la mejoría y después de ésta.
Por lo tanto, los posibles beneficios de los antipsicóticos, en términos clínicos y bioquímicos deben ser tenidos en cuenta. Si bien en algunos estudios, el tratamiento con antipsicóticos (olanzapina) se asoció con aumento de los niveles de los marcadores inflamatorios, incluso de la PCR, en un trabajo reciente, la clozapina disminuyó la expresión de citoquinas.
Por su parte, algunos antipsicóticos atípicos, como la risperidona, modificaron favorablemente la respuesta inflamatoria en pacientes con esquizofrenia; este efecto sería responsable de la mejor evolución, en comparación con los neurolépticos convencionales. En ratas tratadas con lipopolisacáridos, la risperidona indujo reducciones importantes de los niveles séricos de citoquinas proinflamatorias, como la IL-6 y el factor de necrosis tumoral alfa. En cambio, en la enferma presentada en esta ocasión, el tratamiento con risperidona no indujo modificaciones favorables en los niveles de la PCR y los síntomas relevantes de la artritis y la depresión. El inicio de la terapia con quetiapina, por el contrario, redujo la concentración de la PCR y se asoció con mejoría clínica sustancial.
Hasta ahora, los posibles efectos antiinflamatorios de la quetiapina no han sido investigados; en opinión de los autores, los beneficios de la quetiapina sobre los trastornos del sueño también pudieron haber contribuido al alivio sintomático, en virtud de las conexiones conocidas entre la mejoría de la calidad del sueño y la mejoría del dolor. Los cambios registrados en la enferma referida en este artículo sugieren fuertemente que la quetiapina fue el fármaco involucrado en la mejoría física y mental, como también en la reducción de los niveles de PCR.
En conclusión, la quetiapina podría ser una opción terapéutica particularmente útil para el alivio del dolor y de la depresión, la mejoría del rendimiento funcional global y la reducción de los niveles de PCR.
Especialidad: Bibliografía - Psiquiatría