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Novedades en la Evaluación y el Diagnóstico de la Obesidad en Pediatría

  • AUTOR : Reillym J
  • TITULO ORIGINAL : Assessment of Obesity in Children and Adolescents: Synthesis of Recent Systematic Reviews and Clinical Guidelines
  • CITA : Journal of Human Nutrition and Dietetics 23(3):205-211, Jun 2010
  • MICRO : El índice de masa corporal puede utilizarse para que el médico asesore y advierta a la familia el impacto actual y futuro de la obesidad de un niño.

Este resumen incluye las últimas revisiones sistemáticas y las normas basadas en la definición y el diagnóstico de la obesidad en niños y adolescentes. Aproximadamente un cuarto de los niños en el Reino Unido presentan obesidad al finalizar los estudios primarios. La importancia del diagnóstico y la definición de obesidad infantil se sustentan en que de ello depende la estrategia clínica y las medidas de prevención a nivel de salud pública.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la obesidad como un trastorno que se caracteriza por el exceso de grasa corporal que se asocia con mayor riesgo de presentar diversas enfermedades. La medición de la grasa corporal puede ser valorada por la impedancia bioeléctrica de pie a pie y la absorciometría de rayos X, aunque en la actualidad estas técnicas no son confiables para la definición de obesidad en niños, por su falta de precisión. Es difícil asociar la medición de la grasa corporal con el riesgo de enfermedad, ya que depende de varios factores, como edad, sexo, raza y método utilizado. A pesar de ello, los métodos mencionados son muy utilizados en el área de investigación, con cualidades de proyección a futuro.

Otros métodos que son candidatos para el cálculo estimativo de la grasa corporal son el juicio clínico por observación directa del niño, el uso del índice de masa corporal (IMC) con datos de referencia nacional, el IMC internacional (de la International Obesity Task Force [IOTF], Cole y col., 2000), que conceptualmente equivale a las definiciones del IMC de los adultos de sobrepeso (IMC > 25) y obesidad (IMC > 30) y la medida de la circunferencia de la cintura, expresada con cortes de percentilos o con otros índices simples como cintura/talla.

Una revisión sistemática reciente demostró que habitualmente los padres no reconocen la obesidad en sus niños y adolescentes. También sugiere que los profesionales de la salud subdiagnostican la obesidad en este grupo de edad cuando se utilizan métodos informales basados en la observación. Probablemente existan barreras culturales por las que los niños obesos resulten «invisibles» para los profesionales de la salud. Por lo tanto, parece evidente que son necesarios métodos objetivos para la práctica clínica cotidiana, que sean capaces de detectar de manera adecuada los niños y adolescentes con obesidad, con la posibilidad de identificar aquellos que se encuentran en mayor riesgo de presentar comorbilidades. Estas pueden clasificarse como procesos que afectan la salud de los niños y adolescentes a corto y largo plazo. En el primer grupo se destacan la mala calidad de vida, la inflamación crónica, el mayor riesgo de presentar trastornos psicosociales, hígado graso, exacerbación del asma y la presencia de factores de riesgo cardiovascular y metabólico. En el grupo de consecuencias para la salud en el largo plazo, es decir, los adultos que fueron obesos de niños o adolescentes, se destaca la persistencia de la obesidad, mayor riesgo de muerte prematura y efectos negativos en los aspectos educacionales y económicos. Algunas cifras representan claramente la magnitud del impacto negativo a corto y largo plazo: el diagnóstico de hígado graso puede estar presente en el 30% de los niños y adolescentes obesos. Asimismo, al menos un factor de riesgo detectable en sangre, como la dislipidemia, aparece en la mayoría de estos niños. También es frecuente que si los niños son obesos, en la adultez también presenten obesidad; en esta situación se encuentra al menos un 80% de los adolescentes contemporáneos del Reino Unido. Esta tendencia es más marcada, sobre todo en los últimos tiempos, si alguno de los padres es obeso.

El IMC es un índice práctico, aunque se plantea cierta resistencia por la necesidad de realizar las mediciones de peso y talla, calcular este índice y luego trasladarlo a las tablas, lo que requiere cierto entrenamiento y experiencia. En el Reino Unido existen calculadoras que no tienen la misma eficacia que el cálculo tradicional. El IMC adaptado a la edad no predice muy bien el contenido de grasa corporal cuando el valor del índice es de bajo a «normal» pero, en los valores muy altos para la edad, la mayoría de los niños es excesivamente obesa. Otra preocupación frecuente es que los niños muy musculosos puedan clasificarse erróneamente con un diagnóstico falso positivo.

Si bien existe consenso en aceptar los percentilos del IMC para la edad de referencia nacional, el autor señala algunas observaciones y sostiene que esta medición es el mejor índice que permite el seguimiento a lo largo del tiempo. Sin embargo, algunos estudios también sugieren el seguimiento del valor absoluto del IMC para controlar los cambios longitudinales en las auditorías y la investigación, el uso de índices alternativos (el IMC absoluto o los cambios en éste).

En segundo lugar, si se compara con la población adulta, existen diferencias marcadas entre los distintos grupos poblacionales y raciales en cuanto al peso, la grasa corporal y la distribución grasa, y es por ello que se adoptan los cortes de índices de circunferencia de la cintura y el IMC. Es probable que estas características de los adultos ya se manifiesten desde la niñez y deba considerarse la valoración del IMC según el grupo poblacional y racial. Este campo merece investigación y deberán realizarse más estudios al respecto.

 

El tercer aspecto en estudio que no recibió demasiada atención, aunque es fundamental, es el hecho de conocer las causas por las que no se utiliza de rutina la medida del IMC para la edad en niños y adolescentes. Se mencionan varias barreras pero no la solución a este problema; por ejemplo, el empleo de otras técnicas nuevas que miden de forma estimativa la grasa corporal. Probablemente sea factible su utilización en el futuro, pero en la actualidad no tienen la precisión necesaria en la población pediátrica.

El autor también señala otra técnica nueva, potencialmente aplicable, que son las tablas de crecimiento de la OMS, basadas en un estudio de crecimiento multicéntrico de la misma institución (2007) que describe el crecimiento óptimo de los niños; por ello son consideradas «estándares» más que de «referencia». Estas tablas de IMC para la edad están disponibles actualmente para niños y niñas de 2 a 5 años; no obstante, aún no se verificó empíricamente su capacidad para diagnosticar la obesidad en los niños. El investigador también refiere que, en relación con el sobrepeso, si bien existen menos estudios que precisen esta definición, también se requiere de más trabajos para efectuar recomendaciones en este grupo de riesgo.

Una revisión sistemática reciente mostró que el uso del IMC para la edad, con los datos nacionales de referencia y los puntos de corte (por ejemplo, el percentilo 95 para definir la obesidad) fue mejor que el enfoque internacional para la definición de la obesidad, sobre la base de IMC para la edad de la IOTF.

Diversos estudios compararon la sensibilidad y especificidad de la definición de obesidad según Cole-IOTF contra la definición estándar del Reino Unido basada en los percentilos para la edad del IMC en niños ingleses de 7 años. Los resultados obtenidos señalaron que la definición de Cole-IOTF tuvo una sensibilidad significativamente más baja (mayor tasa de falsos negativos) que los datos referentes a percentilos del IMC del Reino Unido de 1990. Este estudio sugirió que con el empleo de las tablas de Cole-IOTF se subdiagnostica la obesidad en los niños, problema que suele ser mayor en niños que en niñas.

Una revisión sistemática no avala el uso de la circunferencia de la cintura para la edad como un método que mejore el diagnóstico de la obesidad o de las comorbilidades cardíacas y metabólicas de la obesidad en los niños y adolescentes, aunque su uso es frecuente en adultos. Algunos estudios sugieren su utilidad en la vigilancia de la obesidad epidémica, ya que puede brindar información adicional especialmente para detectar cambios leves en la población pediátrica a lo largo del tiempo.

Las normas actuales, basadas en las últimas revisiones sistemáticas, recomiendan los cortes basados en percentilos con respecto a los datos de referencia nacional para definir la obesidad (por ejemplo, el IMC igual o superior al percentilo 95 en el Reino Unido o el percentilo 98 si se utilizan las tablas de IMC de 1990 del mismo país). Estas recomendaciones son útiles para las diversas aplicaciones clínicas en niños y adolescentes. Por su parte, en los EE.UU. se toman otros parámetros de corte: un IMC de percentilo 85 a 95 representa sobrepeso, un IMC > percentilo 95 se establece como obesidad y un percentilo > 99 se refiere a los casos de obesidad extrema.

La mayoría de los estudios demostró que un elevado IMC para la edad y el sexo identifica de manera adecuada los niños obesos, con una tasa baja o moderada de falsos negativos y una tasa baja de falsos positivos. Entonces, se puede concluir que el IMC puede ser utilizado como un parámetro de confianza para que el médico asesore y advierta a la familia el impacto actual y futuro de la obesidad de su niño.

Especialidad: Bibliografía - Pediatría

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