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Alteraciones de la Función Sexual en los Pacientes con Enfermedad de Parkinson

  • AUTOR: Balami J, Robertson D
  • TITULO ORIGINAL:Parkinson’s Disease and Sexuality
  • CITA:British Journal of Hospital Medicine 68(12):644-647, Dic 2007
  • MICRO: La disfunción sexual en los pacientes con enfermedad de Parkinson es muy frecuente; suele ser de etiología multifactorial y compromete la calidad de vida tanto de los pacientes como de sus parejas. Los autores analizan las posibles causas de esta alteración y brindan orientación en cuanto al tratamiento.

Introducción

La enfermedad de Parkinson (EP) es el segundo trastorno neurodegenerativo más frecuente entre los adultos mayores. Los síntomas característicos abarcan el temblor en reposo, la rigidez, la aquinesia y las alteraciones posturales. Se produce principalmente a causa de la degeneración de las neuronas dopaminérgicas de la sustancia nigra, pero las alteraciones no se limitan al sistema dopaminérgico sino que afectan también otros sistemas de neurotransmisores y áreas del cerebro, como el mesencéfalo, los núcleos de la base y la corteza cerebral. Estas alteraciones se manifiestan por los síntomas motores y de alteraciones del sistema límbico y el sistema nervioso autónomo.

Los autores postulan que la suma del trastorno cognitivo, el compromiso del sistema límbico y los trastornos psíquicos tiene impacto sobre la función sexual de los pacientes. Por diferentes motivos, este aspecto de la enfermedad no fue estudiado en profundidad, aun cuando muchos pacientes que presentan EP todavía son individuos jóvenes.

Prevalencia y causas de la disfunción sexual en la EP

Si bien el tipo y la frecuencia de los trastornos de la función sexual en esta población varían según los diferentes estudios, tanto la neurocirugía como el tratamiento con fármacos dopaminérgicos mejorarían la función sexual. Los tipos más frecuentes de trastornos en la esfera sexual en esta población abarcan la disfunción eréctil, la anorgasmia, la insuficiencia de la eyaculación entre los hombres, el vaginismo, las alteraciones en la fase de excitación y del orgasmo y la disminución de la lubricación vaginal en las mujeres. La disminución del deseo y de la satisfacción sexual, las alteraciones en la etapa de excitación y la hipersexualidad pueden presentarse tanto en hombres como en mujeres. Estas últimas consultan con menos frecuencia que los hombres por estos trastornos.

En la población general, la prevalencia de la disfunción sexual aumenta proporcionalmente con la edad, pero entre los pacientes con EP la prevalencia sería mayor. La neurotransmisión noradrenérgica y dopaminérgica en la protuberancia y en el sistema reticular activador ascendente del mesencéfalo desempeñaría un papel importante en la activación de la libido, mientras que el tálamo, los núcleos de la base, el hipocampo, la amígdala y el hipotálamo estarían relacionados tanto con la libido como con la excitación sexual. Además, el cerebro envía estímulos excitatorios e inhibitorios a los centros medulares que regulan los órganos sexuales. La pérdida de las neuronas dopaminérgicas explicaría la alteración en la excitación y el deseo sexual en los pacientes con EP, a la vez que el aumento de la sensibilidad secundaria a la denervación podría explicar la hipersexualidad inducida por el tratamiento en algunos pacientes.

Los factores relacionados con la EP, que influyen sobre la función sexual, son la disfunción del sistema autónomo, las fluctuaciones motoras, la progresión y gravedad de la enfermedad, la depresión, los fármacos, la incontinencia urinaria, los trastornos del sueño y la insatisfacción con la apariencia física. Los autores destacan que, en general, suelen coexistir varios problemas y para implementar la estrategia adecuada es necesario investigar y reconocer cada uno. En primer lugar, se debe interrogar acerca del interés sexual, tanto del paciente como de su pareja, se debe investigar si los trastornos motores dificultan el acercamiento sexual, ya que es frecuente que el temblor aumente durante la excitación sexual; por otro lado, tanto la rigidez como la aquinesia pueden interferir con la actividad sexual. La rigidez muscular puede aumentar luego del orgasmo, en tanto que la rigidez del músculo estriado podría ser causa de vaginismo. En muchas ocasiones, los pacientes con EP duermen en camas separadas de su pareja debido a los trastornos del sueño que con frecuencia se presentan asociados con la enfermedad, lo que también puede entorpecer la vida sexual de la pareja. La disfunción eréctil es frecuente en esta población y otras manifestaciones de la disfunción autónoma, como la salivación y la sudoración excesivas o la seborrea manifiesta de la piel del rostro, pueden ser factores que influyen negativamente en la vida sexual de los pacientes. Los autores agregan, además, que entre el 20% y 60% de los pacientes con EP presentan disfunción eréctil y trastornos de la eyaculación.

La coexistencia de otras enfermedades o los fármacos que se utilizan para su tratamiento son otros factores que pueden influir en la disfunción sexual. Entre estos últimos se debe prestar especial atención a los antidepresivos, dado que la depresión es muy frecuente en esta población y suele requerir tratamiento farmacológico. Por otra parte, los agonistas dopaminérgicos pueden causar hipersexualidad.

Tratamiento

Dado que los pacientes raramente consultan de manera espontánea por este problema, los médicos que tratan pacientes con EP deben interrogar en forma sistemática acerca de este aspecto, que influye negativamente sobre la calidad de vida de los pacientes. Los autores sugieren que una forma sutil de tratar el problema puede ser incorporar las preguntas relacionadas con este aspecto en cuestionarios utilizados para evaluar los síntomas no motores de la enfermedad.

Los tratamientos no farmacológicos, como la psicoterapia, pueden ser de utilidad en los casos en que el problema principal es la pérdida del interés sexual, mientras que el uso de vibradores y los dispositivos de bomba de vacío pueden ser útiles en los pacientes con disfunción eréctil.

Con respecto al tratamiento farmacológico, los inhibidores de la fosfodiesterasa, como el sildenafil, también son eficaces para la disfunción eréctil. Están contraindicados en los pacientes que reciben tratamiento con nitritos, en aquellos que presentan enfermedad coronaria y en los que tienen antecedente reciente de accidente cerebrovascular. El sildenafil mejoraría la función sexual, la disfunción eréctil, la satisfacción y la posibilidad de lograr un orgasmo en los pacientes con EP, pero no tendría efecto sobre los trastornos de la eyaculación y el deseo sexual. Si este fármaco se indica en esta población se debe tener especial cuidado con la hipotensión ortostática.

Los fármacos agonistas dopaminérgicos estimulan la liberación de oxitocina desde el hipotálamo, que estimularía la erección; entre ellos, la apomorfina, utilizada por vía subcutánea u oral, mejoraría los síntomas motores de la enfermedad y la disfunción eréctil, y aparece como una alternativa del sildenafil en pacientes parkinsonianos con disfunción eréctil. El ropirinol, otro agente de este grupo, causa erecciones como efecto secundario.

En los hombres, además, se pueden utilizar andrógenos (testosterona de depósito o en gel de administración transdérmica), que facilitarían el efecto de los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5, o los bloqueantes alfa adrenérgicos (fentolamina), que favorecen la erección. Por su parte, las mujeres se podrían beneficiar con el tratamiento con estrógenos y con inhibidores de la fosfodiesterasa.

Para el tratamiento de la hipersexualidad secundaria al tratamiento de la EP, los autores sugieren reducir la dosis de los fármacos agonistas dopaminérgicos o utilizar agentes con efecto antiandrogénico, como la espironolactona o la medroxiprogesterona.

Conclusión

Los investigadores concluyen señalando que el reconocimiento de la existencia y la frecuencia de las alteraciones de la función sexual en los pacientes con EP es fundamental para mejorar su calidad de vida.

Especialidad: Bibliografía - Psiquiatría

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