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Actividad Física, Incluida la Caminata, y Función Cognitiva en Mujeres de Edad Avanzada

  • AUTOR : Weuve J, Kang JH, Manson JE y colaboradores
  • TITULO ORIGINAL : Physical Activity, Including Walking, and Cognitive Function in Older Women
  • CITA : JAMA 292(12):1454-1461, Sep 2004
  • MICRO : En mujeres de edad avanzada, la actividad física regular y sostenida, como caminar, se asocia con rendimiento cognitivo sustancialmente más alto y menor deterioro de la función intelectual.

Introducción

El grupo de la población con mayor crecimiento en los Estados Unidos pronto será el de adultos de 65 años o más, una categoría con elevado riesgo de demencia. Los esfuerzos para reducir la incidencia de esta patología posiblemente sean más exitosos en las etapas precoces de la enfermedad; los descensos sutiles en la función cognitiva predicen demencia muchos años antes y pueden considerarse un marcador de patología preclínica. Es por ello que la investigación en factores de riesgo de descenso de la funcionalidad cognitiva en adultos de edad avanzada es de importancia crucial en salud pública.

Existe cada vez más evidencia a partir de estudios en animales y en el hombre que sugiere que la actividad física puede reducir el riesgo de deterioro cognitivo y de declinación cognitiva temprana. Sin embargo, muchos puntos al respecto han recibido escasa atención y aún no se conoce la intensidad de ejercicio necesaria para mantener la función cognitiva.

Caminar es una de las actividades más sencillas y que más practican las personas de edad avanzada. En este estudio se evalúa el efecto de la actividad física, como caminar, sobre la función cognitiva en una gran cohorte de mujeres añosas.

Métodos

El Nurses’ Health Study comenzó en 1976 con el reclutamiento de 121 700 mujeres de 30 a 55 años residentes en 11 estados de Estados Unidos, quienes completaron un cuestionario relacionado con sus antecedentes médicos y su estilo de vida. A partir de ese momento, las participantes fueron entrevistadas nuevamente cada 2 años; desde 1986 se incorporaron preguntas específicas relacionadas con la actividad física. A la fecha, más del 90% de la cohorte original ha sido evaluada reiteradamente.

Desde 1995 a 2001 se invitó a mujeres de 70 años o más sin antecedente de accidente cerebrovascular (ACV) a participar en el subestudio de función cognitiva. La cohorte pasible de ser analizada con este fin estuvo integrada por 18 766 pacientes, quienes realizaron un segundo control en promedio 1.8 años después del estudio inicial.

En la entrevista inicial sólo se aplicó la Telephone Interview for Cognitive Status (TICS); con posterioridad se incorporaron gradualmente pruebas adicionales. Los autores recuerdan que la TICS se construye sobre la Mini-Mental State Examination (MMSE). Se agregó la East Boston Memory Test (EBMT) y la prueba Digit Span Backwards.

En 1986, 1988, 1992 y luego cada dos años las participantes brindaron información relacionada con la actividad física. Se les pidió que estimaran la cantidad promedio de tiempo semanal dedicado a correr, caminar, nadar o hacer otros deportes, andar en bicicleta, realizar danza aeróbica o utilizar aparatos aeróbicos y participar en actividades más vigorosas así como de menor intensidad (yoga). A cada actividad se le asignó un valor equivalente metabólico (MET) según estándares aceptados: 1 MET se considera proporcional a la energía consumida durante la posición sentada tranquila. Para cada actividad se calculó la energía en MET por hora y semana.

Resultados

Las mujeres eran de edad semejante en las distintas categorías de actividad física. En comparación con aquellas en los quintilos más bajos, las participantes que refirieron mayor actividad fueron menos fumadoras y fue más probable que consumieran cantidades moderadas de alcohol. Las mujeres con mayor actividad física refirieron menos problemas con el equilibrio y menos limitaciones para caminar y menos fatiga. Asimismo, la enfermedad cardiovascular, pulmonar y diabetes fueron menos prevalentes en las mujeres más activas.

Luego del ajuste según posibles factores de confusión se encontró una tendencia estadísticamente significativa a mayores puntajes en todas las escalas cognitivas en participantes con actividad física de mayor duración. El ajuste adicional según factores vasculares ejerció poco impacto sobre estos hallazgos. Aunque las diferencias absolutas parecieron pequeñas, la diferencia promedio que se observó a través de las categorías de actividad física fue equivalente a las diferencias promedio que se registraron en mujeres con diferencia de edad de 2 o 3 años. Asimismo, se observó una asociación sustancial entre la actividad física y el riesgo de deterioro cognitivo. Las participantes con el puntaje más alto de actividad tuvieron un riesgo 20% más bajo de deterioro cognitivo al inicio en comparación con las mujeres en la categoría inferior de actividad física (odds ratio, OR 0.80). Cuando el análisis se limitó a la actividad física informada en la mediana edad mediante la aplicación de los cuestionarios para mujeres que tenían 60 a 62 años entre 1986 y 1988, los resultados fueron esencialmente los mismos. Asimismo, en el análisis que excluyó participantes que refirieron un nivel extremo (mayor y menor) de actividad física, la asociación positiva entre el mayor nivel de actividad y la función cognitiva persistió.

En relación con el caminar, se registraron puntajes considerablemente más altos en las escalas cognitivas en las mujeres en la tercera y cuarta categorías de caminata sobre todas las mediciones cognitivas. Por último, la actividad física regular se asoció con menor deterioro cognitivo.

Comentario

En este gran estudio prospectivo, los niveles altos de actividad física regular de larga data se asociaron positiva y fuertemente con mayor rendimiento y menor deterioro cognitivo. El beneficio no parece limitarse a mujeres que participan en ejercicios muy intensos: caminar a paso tranquilo al menos 1.5 hora por semana también se asocia con mejor rendimiento intelectual.

En opinión de los expertos, son varios los mecanismos que podrían explicar la relación favorable entre la actividad física y la función cognitiva. El ejercicio mantiene la salud vascular cerebral al descender la presión arterial, mejorar el perfil de lípidos, promover la producción de óxido nítrico endotelial y asegurar una adecuada perfusión cerebral. Asimismo, es posible que la actividad aeróbica ejerza efectos beneficiosos sobre la resistencia a la insulina y la tolerancia a la glucosa, los que podrían evitar el deterioro cognitivo. El ejercicio también puede actuar directamente sobre el cerebro al preservar la estructura neuronal y al promover la expansión de fibras neurales, sinapsis y capilares.

Amplios estudios epidemiológicos también sugieren efectos favorables de la actividad física sobre la función cognitiva. En conclusión, afirman los expertos, el estudio actual indica que la actividad física, incluso caminar, se asocia con mejor rendimiento intelectual y menor deterioro cognitivo en personas de edad avanzada.

Especialidad: Bibliografía - Geriatría

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