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El Consumo de Acidos Grasos Omega-3 Mejora el Estado de Salud y Previene Numerosas Enfermedades

  • AUTOR: Surette ME
  • TITULO ORIGINAL: The Science behind Dietary Omega-3 Fatty Acids
  • CITA: Canadian Medical Association Journal 178(2):177-180, Ene 2008
  • MICRO: Los ácidos grasos omega-3 intervienen en diversos procesos relacionados con reacciones inflamatorias, trombosis, carcinogénesis y el desarrollo del cerebro y del aparato ocular, por lo que se recomienda su consumo.

Introducción

Los ácidos grasos omega-3 se encuentran en altas concentraciones en el tejido graso de pescados, como el salmón y el atún, y también en suplementos dietarios a base de aceite de pescado. En los últimos años, han cobrado gran relevancia debido a que organismos como la American Heart Association recomiendan su consumo para la prevención de enfermedades. Numerosos estudios comprobaron que los ácidos grasos omega-3 intervienen en diversos procesos, que incluyen el desarrollo del cerebro y de la vista, reacciones inflamatorias, trombosis y carcinogénesis. El objetivo principal de este trabajo fue aportar una revisión global de la naturaleza de estos lípidos dietarios y evaluar algunos de los mecanismos por los que ejercen sus acciones.

Acidos grasos omega-3

La dieta occidental típica está compuesta principalmente por una mezcla de grasas y aceites, en la cual hay unas 20 clases de ácidos grasos diferentes que pueden ser clasificados en saturados, monoinsaturados y poliinsaturados. Los ácidos grasos omega-3 ingresan dentro de esta última clasificación. Los ácidos grasos tienen importantes funciones en el organismo; entre ellas, el aporte de energía a través de la b oxidación, la reserva y depósito de grasa y la síntesis de fosfolípidos, que son los componentes estructurales más abundantes en las membranas celulares. Debido a que los seres humanos carecen de las enzimas necesarias para la síntesis de ácidos grasos omega-3, éstos deben obtenerse mediante la dieta, por lo que se los denomina ácidos grasos esenciales. Sin embargo, las dietas occidentales típicas contienen muy bajas cantidades de este ácido graso. Los pescados como el atún, el salmón y la trucha son fuentes ricas en ácidos grasos omega-3 -al igual que los suplementos dietarios a base de aceite de pescado-, que conforman entre el 30% a 40% de su peso. Otra fuente natural de omega-3 es la carne vacuna, porcina y de aves de corral; aunque su contenido es escaso, su aporte a la ingesta global es importante debido al gran consumo de estas carnes en las dietas occidentales.

Es importante no confundir los ácidos grasos omega-3 aportados por los pescados con los contenidos en el aceite vegetal derivado de canola y lino. Estos últimos están enriquecidos en un tipo de ácido graso omega-3 llamado ácido a linolénico, que es un precursor del ácido graso omega-3 que se encuentra en los pescados. Si bien el ser humano dispone de las enzimas requeridas para metabolizarlo y transformarlo en ácido eicosapentaenoico, docosapentaenoico y docosahexaenoico, que son los que aportan los alimentos derivados de pescados, esta transformación no es eficiente en sujetos que consumen dietas occidentales típicas. Según estudios recientes, los efectos benéficos de estos ácidos grasos omega-3 derivados de vegetales no dependen de su metabolización, sino que ejercen su acción a través de otras rutas metabólicas.

Este trabajo se focaliza en los efectos que tienen sobre el organismo los ácidos grasos omega-3 presentes en los alimentos derivados de pescado, los cuales se incorporan rápidamente a las membranas celulares de todos los tejidos del organismo. Según la fuente, se pueden apreciar distintos cambios en las diferentes membranas celulares dentro de los primeros días de consumo. Algunos tejidos, como la retina, el cerebro y el miocardio, son particularmente ricos en este ácido graso. En el caso de los fotorreceptores de la retina, un 30% del total de los ácidos grasos está compuesto por ácidos grasos omega-3, lo que sugiere que este ácido graso cumple un papel fundamental en el correcto funcionamiento de estas células.

Funciones de los ácidos grasos omega-3

Los ácidos grasos omega-3 compiten con los omega-6 para incorporarse en la membrana celular. El ácido araquidónico, que pertenece a la familia de los omega-6, es el ácido graso más abundante en la membrana. Cuando las células son activadas por un estímulo externo, el ácido araquidónico es liberado de la membrana y metabolizado a un potente mensajero celular como pueden ser los tromboxanos, prostaglandinas o leucotrienos, que desencadenan diferentes procesos; entre ellos, la activación plaquetaria y leucocitaria, la regulación de las secreciones gástricas, broncoconstricción y estimulación de terminales nerviosas del dolor. Además, el ácido araquidónico es el objetivo terapéutico de drogas como los antiinflamatorios no esteroides (ácido acetilsalicílico e ibuprofeno), inhibidores de la ciclooxigenasa y agonistas de leucotrienos. Por lo tanto, el consumo de ácidos grasos omega-3 reduce las reacciones adversas producidas por el ácido araquidónico, dado que lo desplaza de la membrana y compite por las enzimas que actúan sobre él; sus propiedades antiinflamatorias radican en la capacidad para inhibir el metabolismo del ácido araquidónico.

Por otro lado, el enriquecimiento de las células con omega-3 modula la expresión de moléculas de adhesión, como selectinas y moléculas de adhesión celular vascular, que producen la interacción entre los leucocitos y el endotelio vascular. Los ácidos omega-3 tienen la capacidad de ejercer esta actividad por la modulación de distintos factores de transcripción. Asimismo, los propios ácidos grasos omega-3 pueden unirse directamente a receptores nucleares y constituirse como factores de transcripción.

Cabe destacar que el enriquecimiento de las membranas de los monocitos con ácidos grasos omega-3 se asocia con reducción de la síntesis y secreción de citoquinas, como el factor de necrosis tumoral-a y la interleuquina-1b , que amplifican la respuesta inflamatoria. Otra de las funciones atribuidas a los ácidos grasos omega-3 es la capacidad de interactuar con moléculas celulares que están en contacto con la bicapa lipídica. Es el caso de la rodopsina, proteína contenida en la retina; se ha observado que los cambios conformacionales en la membrana provocados en respuesta a un estímulo de luz son más eficientes en las membranas celulares ricas en ácidos grasos omega-3, lo que sugiere un mejor funcionamiento de la retina. Otro ejemplo de interacción es el que se produce con los canales iónicos dependientes de voltaje, cuya actividad está regulada por los ácidos grasos omega-3; por ejemplo, los canales de sodio y calcio regulan la excitación y contracción de las células cardíacas. Los ácidos grasos omega-3 tienen la capacidad de inhibir numerosos canales iónicos proteicos cardíacos; de esta manera, se les atribuye un papel cardioprotector por evitar futuras arritmias.

Consumo dietario y futuras fuentes de ácidos grasos omega-3

En promedio, una dieta occidental típica contiene aproximadamente 150 mg/día de ácidos grasos omega-3 provenientes de pescados. Esta cantidad es deficiente si se tienen en cuenta los 650 mg/día de eicosapentaenoico y docosahexaenoico recomendados por los US National Institutes of Health. A su vez, la American Heart Association recomienda una ingestión mínima diaria de 300 mg (equivalente al consumo de pescado 2 veces por semana) para sujetos sanos; esta cifra asciende a 1 000 mg/día para pacientes con diagnóstico de enfermedad cardiovascular. Por otra parte, la Food and Drug Administration recomienda que el consumo promedio diario de ácidos grasos omega-3 no supere los 3 000 mg/día debido a los posibles efectos adversos sobre el metabolismo de la glucosa y el incremento de los niveles plasmáticos de colesterol asociado con lipoproteínas de baja densidad (LDLc). Si bien las recomendaciones de ingesta de ácido graso omega-3 han sido ampliamente difundidas, no es sencillo cambiar los hábitos alimentarios. Otra alternativa es incluir en la dieta suplementos a base de aceite de pescado, pero se deberían ingerir entre 1 a 3 cápsulas por día para alcanzar las dosis recomendadas.

No obstante, la demanda mundial de ácidos grasos omega-3 crece todos los años. Asimismo, cada vez hay más alimentos disponibles en el mercado enriquecidos con omega-3, la mayoría proveniente de aceite de pescado. Esta situación plantea el interrogante sobre la capacidad de las fuentes naturales para abastecer la creciente demanda. Mientras tanto, han sido exploradas distintas fuentes alternativas de ácidos grasos omega-3. Un ejemplo es la obtención, a partir de microorganismos, de aceites naturales enriquecidos en docosahexaenoico, que se utilizan para la suplementación de una gran variedad de alimentos. Otra fuente natural es la semilla de algunas plantas que producen aceite enriquecido en ácido estearidónico, el cual es metabolizado mucho más eficientemente que el ácido a linolénico, de modo que al poco tiempo de la ingesta se observa un incremento de los ácidos eicosapentaenoico y docosapentaenoico en las membranas celulares de los distintos tejidos. Por último, se ha logrado generar plantas transgénicas que pueden sintetizar aceites con altas cantidades de ácido estearidónico, eicosapentaenoico y docosahexaenoico. Este incremento de la producción y explotación de nuevas fuentes, concluye el autor, permitirá alcanzar las metas de ingesta mínima recomendada de ácidos grasos omega-3, lo que generará un cambio global en el estado de salud de la población.

Especialidad: Bibliografía - Clínica Médica

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