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El Uso de Medicación Cardiovascular Reduce la Probabilidad de Adhesión a las Recomendaciones Vigentes de Actividad Física Moderada a Intensa
- AUTOR: Stamatakis E, Hamer M, Primatesta P
- TITULO ORIGINAL: Cardiovascular Medication, Physical Activity and Mortality: Cross-Sectional Population Study with Ongoing Mortality Follow-Up
- CITA: Heart 95(6):448-453, Mar 2009
- MICRO: La actividad física reduce el riesgo de mortalidad en los individuos que reciben medicación cardiovascular y en los sujetos no tratados. Sin embargo, la utilización de estos fármacos se asocia con una menor probabilidad de cumplir las pautas vigentes respecto de la actividad física moderada o intensa.
Introducción
La actividad física es de máxima importancia en la prevención cardiovascular primaria; también sería de ayuda en los pacientes que sufrieron un evento cardíaco con anterioridad. Sin embargo, es común que en el primer caso se indiquen fármacos y que se preste poca atención a los cambios saludables en el estilo de vida. Dos estudios anteriores comprobaron que la actividad física regular se asocia inversamente con la utilización de antidiabéticos, antihipertensivos e hipolipemiantes. Posiblemente este fenómeno tenga que ver con la creencia popular de que el ejercicio agrega poco beneficio a la medicación. La información acerca de la posible interacción entre el tratamiento farmacológico, la actividad física y el riesgo de mortalidad cardiovascular es escasa. Una investigación demostró que los hombres que en la prueba de ejercicio tienen un rendimiento de 5 equivalentes metabólicos (MET) o más tienen mayor supervivencia, independientemente de la utilización de beta-bloqueantes. En otro trabajo, la consideración del tratamiento con fármacos cardiovasculares no modificó la asociación entre la actividad física y la mortalidad cardiovascular. Sin embargo, por ahora se desconoce la interacción de ambos abordajes en la población general con diverso grado de riesgo, pero sin diagnóstico de enfermedad cardiovascular. En el presente estudio se determinó el nivel de actividad física en sujetos de la población general tratados con sustancias cardiológicas o sin tratamiento, y se evaluó la asociación entre la actividad física y la mortalidad cardiovascular en los dos grupos de individuos. Así, es posible conocer si la actividad física se asocia con un beneficio adicional, con independencia de la medicación. Los autores utilizaron la información provista por dos amplios trabajos epidemiológicos.
Métodos
El Health Survey for England (HSE) y el Scottish Health Survey (SHS) son dos investigaciones transversales realizadas en sujetos de 35 años o más; los participantes del SHS fueron evaluados en 1998 y en 2003, mientras que los del HSE fueron estudiados en 1998. Las muestras se seleccionaron para que fueran representativas de la población general; la estratificación se basó en las regiones geográficas, no en las características individuales. Las dos bases de datos se conectaron con la base administrativa de mortalidad del NHS hasta 2006. La causa de muerte se estableció según la International Classification of Diseases, novena edición.
Las variables consideradas incluyeron el peso, la talla, los antecedentes patológicos y los hábitos. La salud psicológica se determinó con el General Health Questionnaire (GHQ) de 12 secciones; la información relacionada con los tratamientos farmacológicos fue obtenida por enfermeras profesionales, quienes también efectuaron los registros de la tensión arterial. Los fármacos cardiovasculares se clasificaron según el British National Formulary: fármacos inotrópicos positivos, antiarrítmicos, diuréticos, beta bloqueantes, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, bloqueantes de los canales de calcio, nitratos, anticoagulantes, antiagregantes plaquetarios e hipolipemiantes.
El interrogatorio sobre la actividad física permitió conocer la frecuencia (número de días en las últimas 4 semanas) y la duración (minutos por día) de las actividades domésticas intensas, de caminar y del ejercicio recreativo. También se determinó el nivel de actividad física ocupacional. En este trabajo sólo se consideró la actividad física moderada a intensa (AFMI: 3 MET o más), que es la que se recomienda en el contexto de la prevención cardiovascular: AFMI durante 30 minutos o más por día, 5 días o más por semana.
En el análisis final se excluyeron los pacientes con antecedentes de enfermedad cardiovascular. Las diferencias entre los sujetos tratados y los que no recibían tratamiento farmacológico se analizaron con la prueba de Mann-Whitney. En el primer análisis se determinó la relación transversa entre el uso de medicación y la actividad física. Se aplicó un modelo de regresión logística para establecer si el tratamiento farmacológico predice la adhesión a las recomendaciones sobre la actividad física. En el segundo análisis se evaluó la asociación prospectiva entre la actividad física y la mortalidad por cualquier causa y cardiovascular. Se utilizaron modelos de Cox para estimar el riesgo de muerte según el nivel de AFMI (ausencia de AFMI, 1 a 150 minutos por semana, 150 minutos por semana o más) para cada tipo de actividad física y para el ejercicio en total. Se aplicaron modelos de Cox separados para los sujetos tratados y para los que no recibían tratamiento.
En los dos modelos se realizó el ajuste correspondiente según la edad, el sexo, la actividad física ocupacional, el índice de masa corporal (IMC), la clase ocupacional, la raza, la presencia de enfermedades crónicas (no cardiovasculares), el estado civil, el tabaquismo, el consumo de alcohol, la presencia de diabetes, el puntaje del GHQ y los antecedentes familiares.
Resultados
Los índices de respuesta en el SHS fueron del 76% en 1998 y del 60% en 2003; el índice del HSE fue del 69%. La muestra de análisis estuvo integrada por 20 177 pacientes (8 791 hombres; el 15%, 3 116 enfermos, recibían tratamiento farmacológico cardiovascular). En el análisis longitudinal se evaluaron 20 042 casos: 133 434 persona/años de seguimiento.
Los sujetos medicados fueron de más edad y tuvieron un IMC más alto (un porcentaje mayor presentó un IMC de más de 30 kg/m2). Por lo general fueron de raza blanca y trabajadores manuales y con mayor frecuencia refirieron otras enfermedades crónicas y antecedente de al menos un progenitor fallecido por motivos cardiovasculares. La diabetes y la hipertensión fueron más frecuentes en los sujetos medicados.
Los participantes que no cumplían las recomendaciones de actividad física eran de más edad y tuvieron un IMC mayor respecto de los individuos que las cumplían.
La utilización de fármacos inotrópicos positivos, diuréticos, nitratos u otros antianginosos, bloqueantes de los canales de calcio y anticoagulantes fue mayor en los sujetos que no cumplían las recomendaciones; en los participantes que recibían hipolipemiantes se observó el fenómeno opuesto. En el modelo de variables múltiples, después de considerar diversos factores de confusión, la probabilidad de practicar actividad física según las recomendaciones fue menor en los individuos medicados respecto de los que no recibían tratamiento (odds ratio 0.89; p = 0.028).
El seguimiento promedio fue de 6.7 años en los sujetos no medicados y de 6.1 años en los tratados. En total se registraron 1 509 fallecimientos (719 en hombres) y 427 muertes de origen cardiovascular (213 en varones). Los sujetos medicados presentaron una probabilidad más alta de fallecer por cualquier causa y por motivos cardiovasculares.
En los dos grupos de individuos, la AFMI mostró una relación de dosis y respuesta con la mortalidad global; la consideración de los diversos factores de confusión atenuó levemente las asociaciones. El cumplimiento de las pautas relacionadas con la actividad física se asoció con una reducción significativa del riesgo de mortalidad global en los sujetos medicados (hazard ratio [HR] ajustado de 0.54) y en los no tratados (HR de 0.58). En la mortalidad cardiovascular se observó la misma asociación. La actividad física recomendada, sin embargo, se asoció con una reducción mayor del riesgo de muerte cardiovascular en los sujetos medicados (HR ajustado de 0.46) respecto de los no medicados (HR de 0.65). Asimismo, la participación en actividad física -incluso por debajo del nivel recomendado- se acompañó de un riesgo más bajo de mortalidad global (sujetos no tratados, HR 0.70; individuos tratados, HR 0.62) y de mortalidad cardiovascular (HR 0.76 y 0.70, respectivamente).
Discusión
Este estudio transversal amplio en sujetos sin enfermedad cardiovascular en el momento de la obtención de los datos demuestra que los niveles más altos de actividad física se asocian con una menor mortalidad por cualquier causa y cardiovascular, independientemente del uso de fármacos cardíacos. Los individuos medicados y los que no reciben tratamiento que cumplen las recomendaciones de actividad física (al menos 30 minutos de ejercicio moderado 5 días por semana) tienen aproximadamente un 50% menos de riesgo de mortalidad por cualquier causa; el riesgo de mortalidad cardiovascular se reduce un 35% en los sujetos sin tratamiento y un 54% en los tratados. Entre los enfermos que realizan menos actividad física también se registra un descenso del riesgo de mortalidad, aunque no de la misma magnitud: un 30% y un 24% inferior respecto de los individuos inactivos tanto medicados como sin tratamiento, respectivamente.
Se sabe que la actividad física evita o retrasa la aparición de hipertensión, diabetes e hipercolesterolemia; por ende, cualquier programa de prevención cardiovascular debe incluir el ejercicio regular.
Todavía no se conoce cuál es la interacción entre la actividad física y la medicación; algunos esquemas terapéuticos específicos (por ejemplo, la combinación de bloqueantes beta 1 selectivos e hipolipemiantes) se asocian con una sensación de mayor esfuerzo durante el ejercicio moderado o intenso; otros medicamentos parecen ejercer el efecto contrario.
Aunque no se ha estudiado en detalle el comportamiento de los pacientes que reciben diferentes fármacos cardiovasculares, los hallazgos de la presente investigación sugieren que estos enfermos tienden a practicar menos actividad física. La edad más elevada y la obesidad, así como la percepción de que el ejercicio agregaría poco beneficio adicional, podrían ser algunos de los factores involucrados. Sin embargo, el fenómeno llama la atención, sobre todo si se tiene en cuenta que los pacientes tratados con fármacos consultan con mayor frecuencia a los profesionales.
Aunque las recomendaciones actuales (Joint British Societies) establecen que los individuos de riesgo elevado deben recibir tratamiento farmacológico y deben ser asesorados acerca de las modificaciones saludables en el estilo de vida, los resultados de este trabajo indican que la gran mayoría de las personas no cumplen con las pautas vigentes en este sentido, concluyen los expertos.
Especialidad: Bibliografía - Cardiología