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La Relación Entre el Grosor de la Pared Carotídea y la Función Cognitiva

  • AUTOR: Haley AP, Forman DE, Cohen RA y colaboradores
  • TITULO ORIGINAL: Carotid Artery Intima-Media Thickness and Cognition in Cardiovascular Disease
  • CITA: International Journal of Cardiology 121(2):148-154, Oct 2007
  • MICRO: El aumento del grosor de las capas internas de las arterias carótidas se relaciona con la alteración de algunas funciones cognitivas en los pacientes con enfermedad cardiovascular.

Introducción

De acuerdo con los conocimientos actuales, la enfermedad cardiovascular (ECV) se asocia con la disminución de las funciones cognitivas, aun en los pacientes que no cumplen con los criterios para el diagnóstico de demencia. En consecuencia, se ha propuesto la creación de una nueva categoría llamada deterioro cognitivo de causa vascular para incluir a estos pacientes, los cuales tienen mayores probabilidades de evolucionar a la demencia con el aumento consecuente en las tasas de mortalidad global.

En este estudio, los autores valoraron la relación entre el grosor de la capa íntima y de la capa media (GCIM) de las carótidas y las funciones neurológicas y psicológicas de los pacientes con ECV. El GCIM se mide mediante ecografía bidimensional y es una manera confiable e incruenta de valorar los cambios de la pared arterial. Se considera que un espesor mayor de 0.9 mm es un indicador tanto de aterosclerosis como de daño de órgano blanco.

Por otra parte, las áreas subcorticales frontales del cerebro son las encargadas de la atención compleja, de las funciones ejecutivas y de la velocidad de los procesos cognitivos, pero son susceptibles a lesiones isquémicas por las características locales de la circulación. Las alteraciones de las funciones mencionadas son habituales en los casos de demencia y de deterioro cognitivo de causa vascular. Estas 2 complicaciones se han asociado con valores altos del GCIM en los pacientes con accidente cerebrovascular (ACV).

Materiales y métodos

Se seleccionaron pacientes de entre 55 y 85 años que se encontraban en tratamiento ambulatorio por ECV o en programas de rehabilitación cardiovascular en Providence, EE.UU. Se consideraron criterios de inclusión el antecedente de enfermedad coronaria (angina de pecho o infarto agudo de miocardio) o de cirugía cardiovascular, la insuficiencia cardíaca, las arritmias y el diagnóstico de hipertensión arterial.

Se excluyeron los pacientes con antecedentes neurológicos (ACV de grandes vasos, síndrome convulsivo, enfermedad de Parkinson, esclerosis múltiple, traumatismo craneoencefálico, meningitis), psiquiátricos (esquizofrenia, trastorno bipolar, drogadicción) o con un valor en la Dementia Rating Scale menor de 123 puntos, el cual se considera el valor inferior compatible con el diagnóstico de demencia.

De los 176 voluntarios iniciales, se tuvo la información completa en 109 casos (63 varones y 46 mujeres). La edad en promedio fue de 69.18 años y la media de puntuación de la escala evaluadora de demencia mencionada alcanzó los 137.7 puntos. Aproximadamente el 33% de los participantes tenía un factor de riesgo para ECV, entre los que se incluían la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, la diabetes y el tabaquismo. Estas cifras alcanzaban, si se consideraba la presencia de 2, 3 o 4 factores, al 28%, 20% y 8%, respectivamente. Además, el 92% de los pacientes recibía medicación antihipertensiva y el 37% se encontraba en tratamiento antiagregante plaquetario o anticoagulante.

Los valores del GCIM de las carótidas se estimaron a través de la ecografía bidimensional a 1 cm de distancia del bulbo de la carótida primitiva izquierda. En todos los casos se efectuaron 2 mediciones por separado, con un coeficiente de reproducibilidad estimado de 0.12. Las cifras fueron iguales o mayores de 0.9 mm en el 40% de los pacientes evaluados.

Por otra parte, con la intervención de un psicólogo clínico se realizó una evaluación neuropsicológica que abarcó la función cognitiva global, el lenguaje, la memoria, la atención, la función ejecutiva, la velocidad psicomotora y la coordinación visual y espacial. Estos resultados se agruparon en cinco áreas mediante el uso de sistemas de puntuación reconocidos internacionalmente.

Los datos obtenidos fueron procesados a través de análisis de regresión linear ordenado jerárquicamente. En primer lugar se efectuó el ajuste por variables múltiples con la consideración de la edad, el sexo y el nivel educacional. En una segunda fase, el modelo incluyó los factores de riesgo vascular y los valores de presión arterial sistólica. En una tercera etapa se agregaron al proceso tanto el GCIM como los puntajes obtenidos en la evaluación neuropsicológica.

Resultados

De acuerdo con los autores, las escalas de puntuación elegidas resultaron de utilidad y permitieron predecir la función cognitiva en los 5 aspectos considerados: el global (p < 0.05), el lenguaje (p < 0.001), el visual y espacial (p < 0.05), la memoria (p < 0.05) y en el área conjunta de atención, psicomotricidad y ejecutividad (p < 0.001).

Al considerar la edad avanzada como variable de estudio, este parámetro se asoció de manera estadísticamente significativa con menor capacidad intelectual global, con disminución en la habilidad lingüística y con peor rendimiento en la atención, en la motricidad y en las funciones ejecutivas (AMFE).

Asimismo, de manera independiente de la edad, de la educación y del sexo, los factores de riesgo vascular no modificaron de manera individual ninguno de los resultados de las pruebas neuropsicológicas realizadas.

En cambio, cuando los autores analizaron el efecto del GCIM, observaron que se vinculaba de manera independiente con la disminución en la atención, en la capacidad psicomotora y en la función ejecutiva (p < 0.05). Esta relación no presentó cambios cuando se agregó el antecedente de enfermedad coronaria como variable de estudio. Sin embargo, el GCIM no se correlacionó por sí solo con anomalías en las otras 4 áreas de evaluación neuropsicológica.

Los investigadores analizaron secundariamente la influencia del uso de diversos fármacos (antihipertensivos, hipolipemiantes e hipoglucemiantes) en los resultados de las escalas de evaluación. Al no obtenerse valores estadísticamente significativos (p = 0.73), no incluyeron este factor en el análisis de variables múltiples.

Por otra parte, la población estudiada se dividió en 2 subgrupos de acuerdo con el valor del GCIM obtenido y se compararon las características de las curvas de regresión lineal de este parámetro y de las correspondientes a la AMFE. Las pendientes de ambos gráficos permitieron inferir la presencia de una relación significativa (p < 0.05) entre los valores elevados del GCIM y una menor capacidad tanto en la atención como en la actividad psicomotora y en la función ejecutiva de los pacientes.

Discusión

Los autores señalan que, según sus resultados, el aumento del GCIM de las arterias carótidas se correlaciona con una disminución de las capacidades en las áreas de AMFE de los pacientes con ECV que no tienen diagnóstico de demencia. Esta asociación resultó independiente de otras variables como la edad, el sexo, el nivel educacional, los factores de riesgo cardiovascular, la presión sistólica y el antecedente de enfermedad coronaria. De esta manera, los investigadores refieren que los hallazgos coinciden con el modelo de continuidad del deterioro cognitivo de causa vascular, que propone una disminución progresiva de las funciones mentales superiores antes de alcanzarse el nivel de riesgo para la aparición de demencia.

Si bien algunas publicaciones previas han asociado el GCIM con alteraciones a nivel de la AMFE en la población general, los autores observan que esto sucede con valores de corte menores que aquellos aceptados que sugieren ateromatosis. Se postula que el aumento del riesgo para la progresión del deterioro cognitivo sólo se produce a partir de un GCIM mayor de 0.9 mm, de acuerdo con el estudio de las pendientes de las curvas realizadas en el análisis estadístico.

Por otra parte, se reconoce que el diseño transversal del estudio permite realizar sólo algunas especulaciones sobre esta correlación. Se propone que el incremento del GCIM provoca ateromatosis de las arterias de pequeño calibre que irrigan el cerebro, con lo cual se genera hipoxia tisular crónica con isquemia, aun en ausencia de infartos de gran tamaño. Estas alteraciones predominan en la sustancia blanca subcortical, lo que parece provocar cambios en las vías de conducción necesarias para el almacenamiento y la organización de la información. De esta manera, la hipoperfusión crónica y difusa puede comprometer la habilidad para el proceso veloz y eficiente de los datos.

Conclusiones

Los autores sostienen que el incremento del GCIM se asocia con un rendimiento inferior en las áreas de atención, de ejecutividad y de psicomotricidad de los pacientes con antecedentes cardiovasculares, independientemente de otras variables como el sexo, la edad, la educación, los factores de riesgo vascular y la presencia de enfermedad coronaria. Esta última variable, así como la heterogeneidad de la población, permite suponer a los investigadores que el GCIM tiene valor en la evaluación del estado arterial de estos pacientes.

De todos modos, señalan, la medición aislada de este índice no se considera suficiente para calcular el riesgo de enfermedad cerebrovascular. Al respecto, se propone el diseño de futuros estudios que investiguen la relación entre el GCIM y otros parámetros como la variabilidad de la presión arterial, la velocidad de la onda de pulso y la perfusión sistémica.

Especialidad: Bibliografía - Cardiología

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