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Los Trastornos del Sentido del Gusto Relacionados con Fármacos se Deben a un Déficit Sensorial o una Distorsión en la Percepción

  • AUTOR:Doty R, Shah M, Bromley S
  • TITULO ORIGINAL:Drug-Induced Taste Disorders
  • CITA: Drug Safety 31(3):199-215, 2008

 

Introducción

La mayoría de las consultas médicas resultan en la receta de algún medicamento, varios de los cuales pueden provocar alteraciones del sentido del gusto. Según el Physician´s Desk Reference (PDR), los trastornos del gusto representan una pérdida de la función sensorial o una distorsión de la percepción. Estos efectos adversos pueden afectar la calidad de vida, el régimen dietético, el estado emocional y la adhesión a la terapéutica. Actualmente, se desconoce tanto la fisiopatología como la incidencia y prevalencia de los trastornos quimiosensoriales relacionados con los medicamentos. Este hecho se debe a varias razones, una de éstas es que los médicos, por lo general, no confirman en términos cuantitativos el trastorno quimiosensorial. Esta confirmación es fundamental, ya que muchos pacientes y médicos atribuyen por error la pérdida de las sensaciones producidas por el chocolate, el limón, la salsa de carne y la fresa a una disfunción gustativa. Sin embargo, la pérdida de estas sensaciones refleja, en realidad, una alteración del sentido del olfato. Los verdaderos trastornos del gusto afectan a las sensaciones percibidas por los receptores gustativos. Se han identificado al menos 5 sensaciones del gusto: ácido, dulce, amargo, salado y umami (el sabor producido por el glutamato monosódico). Esta revisión hace un repaso de los fármacos comúnmente relacionados con los trastornos del sentido del gusto.

Antimicrobianos

Antibacterianos, antimicóticos y antivirales

Muchos antibacterianos han sido relacionados con trastornos del sentido del gusto. Sin embargo, en la mayoría de los casos esto no ha sido confirmado cuantitativamente. Los autores afirman que estos fármacos pueden alterar la flora digestiva normal y de esta manera favorecer la aparición de infecciones concomitantes (candidiasis o caries) que podrían afectar el gusto. Además, algunos antibacterianos tienen un sabor amargo, metálico o ácido, lo cual apoya la idea de que estos medicamentos estimulan directamente el sentido del gusto. Por otro lado, también se supone que estos fármacos se concentran en las secreciones nasales y salivales. Citan por ejemplo, que la concentración de enoxacina (una fluoroquinolona) en las secreciones nasales es 1.5 veces mayor que en el plasma. Los expertos consideran importante mencionar que el sabor de los antimicrobianos puede ser modificado por los alimentos que los acompañan. Afirman que algunos de estos fármacos saben más o menos amargo cuando son ingeridos con bebidas ácidas o dulces, respectivamente.

Los antimicóticos también han sido relacionados con alteraciones quimiosensoriales. En este contexto, el único estudio que examinó de manera cuantitativa el sentido del gusto y el olfato determinó que la terbinafina alteró significativamente la función de estos sentidos comparada con placebo. Además, este antimicótico redujo la percepción de ciertos sabores (ácido y amargo) más que otros (dulce y salado). Más aún, el nervio de la cuerda del tímpano contiene más aferencias para la transmisión de estímulos dulces y salados que para los sabores ácido y amargo. Estos hechos sugieren que los trastornos del sentido del gusto relacionados con la terbinafina se deben a alteraciones de la vía aferente gustativa. Otro estudio reveló que estos trastornos son más frecuentes con el aumento de la edad y la reducción del índice de masa corporal.

Como otros antimicrobianos, los antivirales igualmente han sido asociados con alteraciones del gusto. Citan los investigadores que algunos de estos medicamentos como los inhibidores de la proteasa, los fármacos contra la influenza, amantadina y oseltamivir, se asocian con frecuencia con un sabor amargo. Agregan que estudios recientes han revelado que el maribavir, una droga de una nueva clase de antivirales, se asocia con trastornos del sentido del gusto (83%) y cefaleas (53%).

Quimioterápicos

Los quimioterápicos pueden provocar la destrucción de los receptores de los sentidos del olfato y el gusto. Aunque estos receptores pueden ser reemplazados por células madre pluripotenciales, si éstas son destruidas por agentes quimioterápicos, la pérdida de la función sensorial puede ser permanente. Señalan los autores, que entre estos agentes se incluyen el cisplatino, el carboplatino, el fluorouracilo, el levamisol, el metotrexato, la ciclofosfamida y la doxorrubicina. Argumentan que estas sustancias podrían ser secretadas en la saliva, lo cual explicaría la persistencia de la sintomatología. Además, estos agentes pueden provocar una inmunosupresión secundaria que predispone a la candidiasis y las infecciones orales, las que alterarían aún más el sentido del gusto y el olfato.

Fármacos cardiovasculares

La mayoría de los fármacos de uso en pacientes con enfermedades cardiovasculares se asocian con trastornos del sentido del gusto. En este aspecto, los autores citan los siguientes ejemplos: agentes hipolipemiantes, antagonistas alfa y beta adrenérgicos, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), antagonistas de los canales de calcio, antiarrítmicos, diuréticos y vasodilatadores coronarios.

Los IECA representan los fármacos antihipertensivos asociados con más frecuencia con trastornos quimiosensoriales. Informan que el 70% de los IECA registrados en el PDR han sido relacionados con alteraciones del sentido del gusto. Dentro de este grupo, la droga que más se asocia con la ageusia y la disgeusia es el captopril. Esta sustancia puede hacer que alimentos dulces se perciban como salados y provocar la sensación de un sabor salado o amargo persistente. Los investigadores afirman que estos efectos adversos están directamente relacionados con la dosis. En un estudio se observó que la incidencia de estos efectos fue del 1.5% y el 7.3% en los sujetos tratados con menos o con más de 150 mg/día, respectivamente. Indican que en la mayoría de los casos, los efectos sobre el sentido del gusto desaparecen al suspender los IECA.

El 70% de los hipolipemiantes listados en el PDR también se han vinculado con alteraciones quimiosensoriales. Los autores indican que algunos de estos trastornos, como la disgeusia, la ageusia y la parosmia, fueron constatados en varios estudios clínicos controlados con placebo referidos a distintas estatinas.

Asimismo, se han registrado alteraciones del gusto y del olfato en más del 50% de los antagonistas de los canales de calcio. En este contexto, se menciona que la nifedipina, la amlodipina, el diltiazem, el bepridil y la nisoldipina han sido relacionados con la disgeusia. Además, estos agentes pueden provocar la hiperplasia gingival y se desconoce si esto, a su vez, alteraría aún más el sentido del gusto.

Psicofármacos

Antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos, estabilizadores del ánimo y antiepilépticos

Todos los grupos de psicofármacos han sido asociados con trastornos quimiosensoriales. Muchos antidepresivos afectan el sentido del gusto. Los expertos indican que tanto los antidepresivos tricíclicos como los inhibidores de la recaptación de serotonina han sido relacionados con la disgeusia. Citan un estudio en el cual se observó que la aplicación continua de amitriptilina en la lengua alteró la percepción de sustancias dulces, amargas, ácidas y saladas. En cambio, su aplicación en forma intermitente sólo redujo la percepción salada. Argumentan que esta droga podría bloquear los canales de sodio, potasio y calcio, además de interferir en el metabolismo de los sistemas de segundo mensajero. Por otro lado, los antidepresivos tricíclicos tienen propiedades anticolinérgicas que alterarían la secreción de saliva y el sentido del gusto.

Los ansiolíticos flurazepam y alprazolam también han sido relacionados con la disgeusia. Sin embargo, hay indicios de que los benzodiazepinas pueden mejorar el sabor de ciertos alimentos. Por otro lado, estos fármacos reducen los trastornos del sentido del gusto relacionados con las crisis parciales simples.

Asimismo, se ha registrado disgeusia con algunos antipsicóticos y estabilizadores del ánimo. Los autores afirman que se han descrito alteraciones del sentido del gusto con el haloperidol, la trifluperazina, la risperidona, la olanzapina y el litio. Respecto de este último, se desconoce si afecta al sentido del gusto, del olfato o ambos. Estudios en roedores revelan que el litio se acumula en el bulbo olfatorio, el núcleo caudado y la hipófisis.

Los fármacos antiepilépticos también pueden provocar trastornos del sentido del gusto. Se menciona un estudio reciente donde el 8% de los pacientes tratados con topiramato experimentaron un gusto metálico, que desapareció con el tiempo y la reducción de la dosis. Otros antiepilépticos pueden provocar un síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética, lo cual, a su vez, ha sido asociado con distorsiones quimiosensoriales. Los autores consideran importante destacar que ciertas convulsiones pueden producir auras olfatorias o gustativas, que también podrían explicar los trastornos quimiosensoriales.

Otras sustancias

Varias sustancias tóxicas también han sido asociadas con alteraciones del sentido del gusto. Los autores indican que el tabaquismo puede lesionar la mucosa olfatoria en forma reversible y citan un estudio clínico reciente en el cual se observó que la pérdida del sentido del olfato fue mayor en los fumadores que en quienes nunca habían fumado. Además, en modelos con animales se ha constatado que la exposición al humo del cigarrillo provoca cambios en el epitelio olfatorio.

Asimismo, la ingesta crónica de alcohol ha sido asociada con la disfunción olfatoria transitoria o permanente. Aun después de la desintoxicación, esta sustancia reduce la intensidad con la cual se perciben los sabores.

Conclusiones

Según los autores, los trastornos del gusto pueden estar relacionados con una gran cantidad de medicamentos que producen una pérdida de la función o una distorsión de la percepción sensorial. Estos efectos adversos pueden incidir de modo negativo en varios aspectos de la vida de los pacientes tratados. La información disponible sugiere que la predisposición a padecer estos trastornos depende de distintos factores individuales como la edad, el índice de masa corporal y el sexo.

En la mayoría de los casos, estos efectos pueden ser controlados con la suspensión o el reemplazo del fármaco y también con la reducción de la dosis. Por esta razón, los autores afirman que para tomar decisiones fundadas los médicos deben conocer cuáles sustancias han sido más relacionadas con estos efectos y qué alternativas terapéuticas están disponibles.

Especialidad: Bibliografía - Farmacología

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